…Estaba montado en un camello cruzando el Sahara. Tenía una gran nariz, que se asemejaba en cierto modo al pico de un águila, pero aun así era muy hermoso, sí, con blancas vestiduras ajustadas con cordones verdes. Y tenía valor, había matado a más de uno. Llevaba una gran cimitarra sujeta a mi cinturón. Iba camino de la tienda donde una niña de catorce años bendecida con una gran sabiduría y un himen inmaculado me esperaba con ansiedad, tendida en un inmenso camastro oriental, recargado de ornatos…